El Palacio Episcopal de Astorga [II]

Por: Félix Rodríguez
Astorga, Edificios 
Palacio Episcopal

Palacio Episcopal de Gaudí

El Palacio Episcopal de Astorga, planeado por Antoni Gaudí, aunque rematado, principalmente, por el arquitecto Ricardo García Guereta, maravilla más al visitante cuando conoce mejor estos pormenores y vicisitudes que marcaron el proyecto, pues es evidente el sello de Gaudí a pesar de que Guereta eliminó numerosas características del proyecto de Gaudí, sobre todo aquellas más imaginativas y atrevidas.

Para 1913, las obras del Palacio estaban muy avanzadas, cuando el obispo Julián de Diego y Alcolea -que había tratado de convencer personalmente a Gaudí para que retomase la dirección de las obras, sin que este aceptase- consagró la capilla. Sin embargo, en 1914, el arquitecto García Guereta renunció a la dirección de la obra, cuando faltaba por terminar la última planta y algunos detalles.

Y así quedó el Palacio, sin terminar. Y en esas condiciones, todavía tuvo que sufrir varios deterioros al estallar la Guerra Civil, ya que en 1936 se convirtió en la sede de la Falange Española y alojamiento de efectivos de la Artillería. Por ello se acometieron labores de reparación en 1943, además de dotar al edificio de agua, electricidad, calefacción y servicios sanitarios, y es cuando también se añadieron una cerca de granito con una verja de hierro y un foso que actualmente siguen instalados, con el fin de acoplar aún más la estética del Palacio, neogótico, a su gran vecina, la Catedral, de estilo tardogótica.

En 1956, el obispo José Castelltort, se propuso rematar de una vez por todas el Palacio, diciendo: “Si un catalán ha comenzado el Palacio, otro de la misma tierra lo terminará”. Pero, su fallecimiento repentino durante una visita a las obras, en el vestíbulo, en 1960, también truncó su propósito. Su sucesor, Marcelo González Martín, fue quien decidió el uso final del Palacio, abandonando la idea primigenia de que fuese residencia episcopal, fijando esta en el Seminario, y dedicando, en 1963, el Palacio a Museo de los Caminos, por el Camino de Santiago. Más tarde se acondicionó en la tercera planta una Sección de Artistas Leoneses Contemporáneos.

LA JOYA ARQUITECTÓNICA

El Palacio conjuga en su aspecto externo trazas de castillo, a la vez que de templo y de mansión señorial, siendo su estilo el neogótico y su fábrica en granito del Bierzo, de tonos blancoagrisados. Orientado de sudeste a nordeste, consta de cuatro fachadas flanqueadas por cuatro torres circulares en los ángulos, de las que tres llevan grabadas las armas del obispo promotor, el gran amigo de Gaudí, Juan Bautista Grau y Vallespinós. El edificio consta de cuatro plantas: sótano, de estilo mudéjar, planta baja, planta principal o noble, que Gaudí destinaba propiamente a la residencia del obispo y donde se halla la impresionante capilla que forma hacia el exterior un triple ábside con arbotantes, extraordinarias vidrieras, gárgolas y en su interior está adornada con vitrales, pinturas y objetos religiosos de gran magnificencia; también en esta planta se encuentra la sala del trono, el despacho del obispo y el comedor de gala, organizadas todas estas piezas alrededor de un vestíbulo central, y, por último, la cuarta planta o sotabanco.

El exterior, aparte de los magníficos torreones, lo domina el porche con sus tres arcos abocinados, de inmensa complejidad técnica, hasta el punto de que hubieron de ser reconstruidos tres veces, e incluso se cuenta que al principio los obreros no lograban montarlos a la luz de los planos, y fue Gaudí, con sus propias manos, quien fue colocando piedras para guiar su construcción. Estos arcos son uno de los elementos arquitectónicos más espectaculares de Gaudí, y junto con sus columnas inclinadas, representan, según el discípulo y colaborador de Gaudí, César Martinell, “el mejor avance de la arquitectura en pieda desde la época ojival hasta la actualidad”.

La torre cuyo diámetro es mayor que el de las otras tres alberga la escalera principal de caracol, y lo remata una veleta en forma de gallo. Las fachadas laterales se culminan en forma triangular y con sendas chimeneas, muy probablemente planeadas por Gaudí, que, junto con tres ángeles diseñados por él, dotados con los atributos episcopales -mitra, báculo y cruz-, debían formar el remate estético de la cubierta, que es de pizarra, en forma de cruz griega y a dos aguas. Lamentablemente, tras tantas vicisitudes que acaecieron al Palacio, estos ángeles nunca subieron a coronarlo, sino que, al menos, se pueden contemplar en el jardín adyacente al Palacio.

Y por último, pero no es el menor detalle, hay que destacar las piezas que decoran el interior, en general de cerámica vidriada, de gran belleza por su sencillez y sobriedad y que Gaudí supo combinar con acierto y buen gusto con la majestuosidad del edificio. Toda la cerámica se realizó en el pueblo leonés de Jiménez de Jamuz, en moldes diseñados por Gaudí y con dibujos, pintados a mano por las mujeres de la comarca, basados en motivos característicos como el ramo, la mano, el peine, la hoja, etc.

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