Las Joyas interiores de la catedral de Astorga

En el interior, el retablo mayor, de Gaspar Becerra, es uno de los elementos de mayor presencia y valor artístico. El autor y su equipo de maestros y oficiales expertos introdujeron aquí lo que para su tiempo representaba grandes innovaciones, con la nueva moda manierista en la que los retablos tenían un estilo más arquitectónico que ornamental. Consta de tres cuerpos o pisos y cinco calles, más cuatro entrecalles, destacando los grupos de la Asunción y de la Coronación de la Virgen, a quien, junto a Cristo, está dedicada toda la iconografía existente. En el centro del banco se encuentra el sagrario, de gran tamaño, según las recomendaciones de la Contrarreforma.

Además de esta obra maestra, existen varias capillas cuyos retablos también son verdaderas obras de arte, las cuales fueron creadas gracias al patrocinio de diversos mecenas, muchos de ellos obispos y frailes, que donaron propiedades y dineros para su realización. Son los retablos de la Virgen de la Majestad, de Santa Teresa de Jesús, de la Purísima, de San Jerónimo, de San Juan Bautista y de San Miguel.

Otros elementos a destacar de la Catedral son el coro y su sillería, del siglo XVI, en la que destaca la esmerada talla de la silla renacentista de Santo Toribio; el órgano, que consta de 2830 tubos y tres teclados -fue restaurado en 1880 y en 1985-; la reja del coro, del maestro rejero vasco Lázaro de Azcaín (la obra se adjudicaba a quien ofreciera lo que hoy llamaríamos la mejor relación calidad-precio, en una subasta en la que se encendía una vela que, cuando se le apagaba la llama, se cerraba y quedaba otorgado el trabajo), contratado en 1622; el trascoro, la sacristía y el claustro, todos ellos ya en estilo neoclásico. Todas estas partes interiores son joyas que merecen la misma mirada de atención que el grandioso exterior de la Catedral, que en su conjunto constituye un monumento admirable y una auténtica lección de historia del arte hispano.

La Catedral de Astorga, historia del arte en piedra

La Catedral de Santa María de Astorga es, junto al Palacio Episcopal de Antoni Gaudí, del que se encuentra cercano, el núcleo monumental definitorio de Astorga que siempre permanece en la retina del visitante, sea la primera vez que llega a ella o una nueva ocasión en que repite su estancia y reaviva su memoria.

Catedral de Astorga

Foto de la catedral de Astorga

Al igual que otras majestuosas catedrales, en sus muros están esculpidos cada uno de los siglos que duró su construcción, de manera que en cada una de sus partes se reflejan los estilos artísticos que dominaron cada centuria. Desde el año de su inicio, 1471, hasta su final en el siglo XVIII, se fueron sedimentando las distintos corrientes arquitectónicas de cada momento: gótico florido en el interior, donde hallamos el claustro reformado en el siglo XVIII ya en estilo neoclásico, y un exterior de torres y fachada barrocas, y el pórtico, al que llega el renacentismo.

Hay que resaltar que Astorga, Mérida y Zaragoza son las tres diócesis católicas más antiguas de España, de las que hay testimonios escritos del siglo III, así como de varios de sus obispos. Precisamente, y entre otros motivos, por su antigüedad, “cercana a la predicación de los apóstoles”, según diversos eruditos de la Iglesia, tiene el título de Apostólica. Donde ahora se encuentra la Catedral ya existieron un templo prerrománico y otro de estilo románico que se consagró en 1069 y podría haberse terminado en el siglo XIII. La actual iglesia gótica se comenzó a construir a partir de la cabecera de la última de inspiración románica, creciendo a lo largo de los siglos XV al XVIII a partir de las líneas generales ya existentes.

En el conjunto catedralicio se encuentran, además de la propia Iglesia Catedral, los Archivos Diocesano y Capitular, el Museo y el Hospital de S. Juan Bautista -del que el Cabildo es patrono desde su fundación en la Edad Media-.

Tres siglos de trabajos  y estilos

La construcción, tal como se dice en numerosas inscripciones, comenzó el 16 de agosto de  1471 durante el mandato del obispo astorgano Álvaro Osorio y Guzmán, y terminó a finales del siglo XVIII, con la sacristía de José Francisco Terán y el claustro de Gaspar López, ambos neoclásicos, aunque hoy la podemos contemplar la catedral en todo su esplendor gracias a las restauraciones y mantenimientos de 1965 y 1988.

La catedral es un templo de planta basilical, con tres naves con sus tres ábsides y sus respectivos altares y capillas, la majestuosa portada noroccidental y sus dos torres gemelas, comenzando su edificación por la cabecera en el siglo XV, en estilo gótico, las naves y capillas, siguiendo en los siguientes siglos con la portada sur y dos capillas perpendiculares a la nave central en estilo renacentista. Después vendría la fachada principal barroca en el siglo XVIII.

Esta fachada principal muestra en todo su esplendor el estilo barroco leonés. Se presenta como un gran retablo pétreo adornado prolijamente con cinco escenas de la vida de Cristo y un rosetón con motivos vegetales sobre el que va colocado el escudo de la monarquía. A uno y otro lado están dos torres gemelas, impresionantes, que se unen a la parte principal del templo con arbotantes, y forman dos capillas abiertas a la nave central.  La torre vieja es de  1678, pero resultó muy  afectada por el terremoto del año 1778 y no se terminó de restaurar  hasta 1965.  La torre Nueva, o de las Campanas, de color rosa pálido, fue finalizada en 1704.

Sobre una de las torretas que coronan el ábside se encuentra una estatua del legendario y popular personaje Pedro Mato, que intervino en la no menos legendaria batalla de Clavijo, que los historiadores asocian a la batalla de Albelda mezclada con detalles de otras batallas contra los árabes.

La fachada sur tiene una portada renacentista, construida en 1551 por Rodrigo Gil de Hontañón -cuya obra más conocida es el Colegio Mayor de San Ildefonso, actual sede de la Universidad de Alcalá de Henares-.

El Palacio Episcopal de Astorga [II]

Palacio Episcopal

Palacio Episcopal de Gaudí

El Palacio Episcopal de Astorga, planeado por Antoni Gaudí, aunque rematado, principalmente, por el arquitecto Ricardo García Guereta, maravilla más al visitante cuando conoce mejor estos pormenores y vicisitudes que marcaron el proyecto, pues es evidente el sello de Gaudí a pesar de que Guereta eliminó numerosas características del proyecto de Gaudí, sobre todo aquellas más imaginativas y atrevidas.

Para 1913, las obras del Palacio estaban muy avanzadas, cuando el obispo Julián de Diego y Alcolea -que había tratado de convencer personalmente a Gaudí para que retomase la dirección de las obras, sin que este aceptase- consagró la capilla. Sin embargo, en 1914, el arquitecto García Guereta renunció a la dirección de la obra, cuando faltaba por terminar la última planta y algunos detalles.

Y así quedó el Palacio, sin terminar. Y en esas condiciones, todavía tuvo que sufrir varios deterioros al estallar la Guerra Civil, ya que en 1936 se convirtió en la sede de la Falange Española y alojamiento de efectivos de la Artillería. Por ello se acometieron labores de reparación en 1943, además de dotar al edificio de agua, electricidad, calefacción y servicios sanitarios, y es cuando también se añadieron una cerca de granito con una verja de hierro y un foso que actualmente siguen instalados, con el fin de acoplar aún más la estética del Palacio, neogótico, a su gran vecina, la Catedral, de estilo tardogótica.

En 1956, el obispo José Castelltort, se propuso rematar de una vez por todas el Palacio, diciendo: “Si un catalán ha comenzado el Palacio, otro de la misma tierra lo terminará”. Pero, su fallecimiento repentino durante una visita a las obras, en el vestíbulo, en 1960, también truncó su propósito. Su sucesor, Marcelo González Martín, fue quien decidió el uso final del Palacio, abandonando la idea primigenia de que fuese residencia episcopal, fijando esta en el Seminario, y dedicando, en 1963, el Palacio a Museo de los Caminos, por el Camino de Santiago. Más tarde se acondicionó en la tercera planta una Sección de Artistas Leoneses Contemporáneos.

LA JOYA ARQUITECTÓNICA

El Palacio conjuga en su aspecto externo trazas de castillo, a la vez que de templo y de mansión señorial, siendo su estilo el neogótico y su fábrica en granito del Bierzo, de tonos blancoagrisados. Orientado de sudeste a nordeste, consta de cuatro fachadas flanqueadas por cuatro torres circulares en los ángulos, de las que tres llevan grabadas las armas del obispo promotor, el gran amigo de Gaudí, Juan Bautista Grau y Vallespinós. El edificio consta de cuatro plantas: sótano, de estilo mudéjar, planta baja, planta principal o noble, que Gaudí destinaba propiamente a la residencia del obispo y donde se halla la impresionante capilla que forma hacia el exterior un triple ábside con arbotantes, extraordinarias vidrieras, gárgolas y en su interior está adornada con vitrales, pinturas y objetos religiosos de gran magnificencia; también en esta planta se encuentra la sala del trono, el despacho del obispo y el comedor de gala, organizadas todas estas piezas alrededor de un vestíbulo central, y, por último, la cuarta planta o sotabanco.

El exterior, aparte de los magníficos torreones, lo domina el porche con sus tres arcos abocinados, de inmensa complejidad técnica, hasta el punto de que hubieron de ser reconstruidos tres veces, e incluso se cuenta que al principio los obreros no lograban montarlos a la luz de los planos, y fue Gaudí, con sus propias manos, quien fue colocando piedras para guiar su construcción. Estos arcos son uno de los elementos arquitectónicos más espectaculares de Gaudí, y junto con sus columnas inclinadas, representan, según el discípulo y colaborador de Gaudí, César Martinell, “el mejor avance de la arquitectura en pieda desde la época ojival hasta la actualidad”.

La torre cuyo diámetro es mayor que el de las otras tres alberga la escalera principal de caracol, y lo remata una veleta en forma de gallo. Las fachadas laterales se culminan en forma triangular y con sendas chimeneas, muy probablemente planeadas por Gaudí, que, junto con tres ángeles diseñados por él, dotados con los atributos episcopales -mitra, báculo y cruz-, debían formar el remate estético de la cubierta, que es de pizarra, en forma de cruz griega y a dos aguas. Lamentablemente, tras tantas vicisitudes que acaecieron al Palacio, estos ángeles nunca subieron a coronarlo, sino que, al menos, se pueden contemplar en el jardín adyacente al Palacio.

Y por último, pero no es el menor detalle, hay que destacar las piezas que decoran el interior, en general de cerámica vidriada, de gran belleza por su sencillez y sobriedad y que Gaudí supo combinar con acierto y buen gusto con la majestuosidad del edificio. Toda la cerámica se realizó en el pueblo leonés de Jiménez de Jamuz, en moldes diseñados por Gaudí y con dibujos, pintados a mano por las mujeres de la comarca, basados en motivos característicos como el ramo, la mano, el peine, la hoja, etc.

El Palacio Episcopal de Astorga [I]

Palacio Episcopal

Palacio Episcopal de Gaudí

Astorga es una ciudad llena de historia, desde que los romanos levantaron el campamento de su X Legión, llamada Gemina, en este punto geográfico, tan estratégico como lugar de paso, en especial del Camino de Santiago, y desde el que lograron dominar a las distintas tribus astures, galaicas y lusas del noroeste peninsular. Sede episcopal ya en el siglo X, en el XII la reina Doña Urraca levantó un palacio para la diócesis en el mismo lugar donde se encuentra el Palacio Episcopal de Astorga actual, que en realidad no es la sede del obispado astorgano, sino Museo de los Camino, en especial el de Santiago, y de exposiciones permanentes de artistas leoneses contemporáneos.

Dos son los edificios que descuellan ante los ojos del visitante en cuanto pisa la capital de la comarca maragata: la catedral y el palacio episcopal. Centrándonos en este último, lo primero que en un primer momento sorprende es averiguar que el autor de este palacio de aspecto medieval pero a la vez con algún destello de cuento infantil o fantástico es el gran pilar del modernismo catalán, Antoni Gaudí.

Efectivamente, el viajero hace bien en sorprenderse, dado que este palacio monumental es una de las únicas tres obras que el arquitecto catalán realizó fuera de Cataluña, junto con la Casa Botines, en León, y la casa de El Capricho, en Comillas (Cantabria).

Antoni Gaudí fue el diseñador del Palacio debido a que se incendió el existente en diciembre de 1886, quedando totalmente destruido, y a su amistad con el obispo de Astorga en esa época, Joan Baptista Grau, reusino como él y conocedor de su trabajo creativo. Sin embargo, cuando el obispo Grau le encargó la obra a Gaudí, este no podía desplazarse a Astorga, al estar en pleno desarrollo de otros proyectos, por lo que le solicitó al obispo que le enviase fotografías y planos del lugar, así como descripciones y dibujos detallados, lo que le permitió realizar unos planos que tenían en cuenta el entorno arquitectónico y de materiales de lo que podría ser el palacio, como, por ejemplo, la propia catedral.

CONSTRUCCIÓN ACCIDENTADA

Recibidos los planos, y aprobados por el obispo Grau, la primera piedra de lo que sería una construcción larga y llena de vicisitudes se colocó el día de San Juan de 1889. Se licitó en 168.520 pesetas de la época (1.012 euros) al contratista astorgano Policarpo Arias, aunque Gaudí envió a albañiles y artesanos que ya habían trabajado con él, a fin de que las obras respetaran estrictamente su planteamiento creativo.

Las obras se desarrollaron a buen ritmo hasta la muerte del obispo Grau, en 1893, y entonces comenzaron todo tipo de trabas en la evolución del proyecto, pues la Junta Diocesana se mostró partidaria de recortar gastos, además de plantear modificaciones que en absoluto fueron aceptadas por Gaudí, que dimitió ya que las desavenencias entre una y otro no se resolvieron.

Tras varios años en que las obras estuvieron paradas, el Palacio pasó por las manos de varios arquitectos que no lograron adelantar la obra, y finalmente terminó de construirse entre 1907 y 1915, bajo la dirección del arquitecto Ricardo García Guereta, aunque quedaron diveras obras de detalle sin concluirse, y con la ausencia de importantes aspectos del proyecto originario de Gaudí, mucho más imaginativo. En realidad, el Palacio, tal como lo conocemos hoy, se remató en los años sesenta del siglo pasado.

 

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